Nos encontramos después de un tiempo en medio de una noche fresca y tranquila, comencé por escucharlo, sus conflictos internos eran complicados y yo no tenía ni puta idea de que decirle, opté por darle mi opinión sin pasarme, pues es mi mente lo estaba viendo como un güevón.
Después de unas cervezas y un vino todo cambió, reíamos de todo, parecíamos imbéciles, caminamos agarrados de la mano (hace muchísimo yo no caminaba con alguien así), y hablando de cualquier maricada. La estabamos pasando de maravilla, terminamos subidos en un columpio pretendiendo volar sin éxito, un beso selló la noche. Eso es un decir, porque lo que pasó después fue un descontrol de esos que dejan el cuerpo adolorido y el alma feliz.
Una noche que hasta cenicienta perdida tenía a bordo, una noche a 4000 kilómetros de distancia de nuestro lugar de origen, una noche inolvidable y posiblemente irrepetible.