Cada vez que suena mi celular y veo tu nombre en la pantalla, sé qué algo te pasó, por alguna extraña razón siempre te acuerdas de mí cuando las cosas te fallan; entonces me pregunto ¿soy tu refugio, tu lugar seguro?
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Recuerdo las dos primeras veces que me llamaste y me contaste que habían terminado, la sensación fue extraña, quizás una tenue llama de esperanza e ilusión se encendían en mí, incluso recuerdo que salimos, fuimos a cine y la pasamos bien, no hubo sexo, porque en el fondo y en medio de mi esperanza absurda, algo dentro de mí me decía que era mejor no involucrarme más nuevamente.
La tercera vez tomamos hasta embriagarnos, hubo besos, pero por fortuna decidí que tener sexo no sería una buena idea, para qué unir nuestras energías de semejante manera, cuando tú traías en tu cuerpo la carga de ella.
La cuarta vez solamente te escuché por teléfono, sabía, nuevamente que no era definitivo, te lo dije y aunque lo negaste, el tiempo (2 días después) me dieron la razón y estabas otra vez junto a ella.
Las cosas cambiaron, la ecuación cambió y hay nuevos integrantes que hacen que te vea diferente, un poco de aquí, un poco de allá, un poco de éste y un poco del otro; entendí que eras remplazable, único, pero remplazable. Todos somos parte de una fórmula que tiene una infinidad de factores que pueden hacer cambiar todo.