Quizás en éste caso no aplica; tercera salida de rumba en Buenos Aires ¿el resultado?, el mismo de las noches anteriores, no me acoplo a ésta rumba.
Extraño mi vallenato, salsa, merengue, carnavalito, cumbia (colombiana), joropo, mejor dicho, extraño mi tierra. 4.40AM y sigue sonando cumbia (argentina), si, para los que están a mi alrededor eso suena delicioso, realmente lo gozan y disfrutan; no está mal, seguramente si ellos fueran a una fiesta, de esas que sólo los colombianos sabemos armar, también se sentirían raros. Escuché temas de Cerati y hasta Rocio Durcal en versión cumbia, reconozco que me asusté y asombré ¡son ingeniosos los argentinos!
¿Los chicos? Si, mucho lindo por ahí, pero lanzados a más no poder, así que para la colombiana que está acostumbrada al coqueteo es jodido acoplarse también a las técnicas de conquista aplicada por estos lares.
En conclusión, yo sigo sentada en un muro que encontré a la salida del boliche, ¡Ah! esa es la otra, no hay sillas ni mesas, así que si o sí le toca aguantarse toda la rumba de pie; seguramente esas entaconadas en zapato puntilla que se ven por la 85, la T y Galerias en Bogotá no se aguantarían ese voltaje, punto para las argentinas, de verdad las admiro.
En fin, me di cuenta que con ésta rumba no puedo, lo intenté, pero no me acoplé; claramente el problema soy yo, pero la verdad es algo que no me preocupa, así que por ahora está decidido; me dedicaré a seguir escribiendo, leyendo, jugando pool (soy pésima) y hacer cualquier otra pendejada que no me demande bailar al ritmo de las cumbias argentinas.