Ilustración: Elena Ho |
La respuesta inmediata del psiquiatra, fue medicarme con Mirtazapina, pensé que con eso todo empezaría a funcionar casi de inmediato; nuevamente la ingenuidad jugándome una mala pasada. Nada tenía respuesta, lo único que pasó fue que me apagué por aproximadamente 30 horas o más; todo se apagó en mi mente, pero la sensación no me gustó, los sueños vívidos, la lentitud y el adormilamiento posterior me causaron estrés con el agravante de sentir que no podía reaccionar a ello. No pude ir a trabajar, no hablé mucho, ni siquiera fui al baño, simplemente parecía un ente.
Si las cuentas no existieran, el alquiler se pagara solo, el hambre no tocara a la puerta y las deudas se extinguieran con dormir, quizás el tratamiento sería perfecto; pero no es así, nada para, sólo mi mente, mi cuerpo, yo, pero el mundo sigue girando y con ello los desastres continúan.
Me frustra, me pesa seguir así, intentaré reduciendo la dosis del medicamento a ver qué pasa, por ahora veo que el camino es largo y espinoso, nada parecido a lo que pensé que sería tener un diagnóstico y un tratamiento médico.
Y sí, hay personas con problemas mayores, enfermedades reales y quizás lo mío sólo sea visto como una más en la lista de débiles mentales, generación de cristal.
Pero hoy mi vaso lo veo medio lleno y me ahogo en el, solo me queda esperar a que mañana sea diferente.