Él, él se metió en mi vida de la nada, sin mayores pretensiones, pero llegó despojándome del miedo a querer de nuevo, llegó cuando yo acababa de ajustar todo lo que otros habían dañado, gracias a la licencia que les había dado para que hicieran conmigo lo que quisieran.
Lo veo y solo pienso y pido para que la vida me siga premiando dejándome despertar a su lado, que podamos seguir soñando y construyendo, que sigamos riendo de las cosas que nos pasan y que me siga enseñando a jugar póker. Tenerlo ha sido un aliciente cuando he sentido que todo se desmorona; ha guardado silencio cuando solo quiero llorar y me ha dado la mano para decirme que todo estará bien, cuando lo he necesitado.
Nos hemos dado conciertos desafinados, nos hemos emborrachado hasta quedarnos dormidos y al otro día hemos reconstruido lo sucedido la noche anterior a punta de risas, decidimos emprender y hemos reído llorado con nuestro proyecto; pero estamos llenos de ilusiones.
Estoy feliz, estoy tranquila, no es mi otra mitad, porque siempre estuve completa, no sé cuanto va a durar esto, pero hoy es mi amor, el amor de mi vida, el de mi día y el que me hace suspirar mientras escribo estas letras y pienso en sus ojos cafés que me encantan cada día más.